viernes, 19 de agosto de 2016

YIKES



Hacía bastante tiempo que no miraba el teclado con la ilusión de que se transformara en un saco de boxeo. Y mira que a veces me salen unas palabras tan bien conectadas, que me reafirmo en pensar que las letras, las palabras, las frases y los párrafos son mis herramientas naturales. Una extensión de mis dedos y mi cerebro (y mi corazón, yikes). Y ahora, que al altas horas de la noche, con un ojo puesto sobre un reloj en otra franja horaria en la que me encuentro en la mente de alguien, ando escribiendo párrafo tras párrafo de todo lo que se me ocurre, nada fluye. Que puta, mierda, todo, cojones, te mato. Que igual me da por volverme metalera y dar asco a los que me importan de verdad. Como de repente me da por querer rebelarme siendo la persona más normal del mundo, con el plan más maléfico del mundo. ¿Mi problema? La venganza. Será de tener hermanos y devolver siempre el último golpe. Será de niñata, que también. Será de niña, que lloro y lloro y me río y lloro. Que doy un paso al frente delante de los típicos jueces de ballet de películas y hago una introducción sobre mí de la hostia. "¡Qué seguridad!" dirían. Y entonces bailo y en la segunda vuelta me caigo. Y veo cómo se giran para ver a las demás chicas que dan vueltas y vueltas. Perfectas. De todas formas yo sigo siendo muy interesante, y muy segura, aunque a medias, que la voz temblorosa ya no se puede esconder. "Aquí lo que nos importa es que se baile bien, siguiente" dirían, "pero es que yo no he venido a que me juzguen cómo bailo, que yo soy muy interesante" replicaría yo, "que sí, que sí, super interesante, pero que no. Si no vienes a eso, entonces qué te crees que estás haciendo aquí" dirían altivos. Y pues sí, yo no sé qué hago allí, por qué veo un letrero de "se buscan buenas bailarinas de ballet. Y guapas" y yo entro y muestro otra cosa que no quieren. Por qué será que no entré en el local que está un poco más allá, un poco más escondido, donde querían que yo les mostrase algún texto mío. Por qué será que quiero formar parte de aquello que no quiere aquello que yo le enseño. Por qué será que querer y saber no van unidas por regla natural, como un conocimiento innato. Como unos polos magnéticos que se atraen, que no dejan que te vayas a aquello que no te busca, y te capturan. Y qué interesante, y cuánta sabiduría, y cuántos consejos a amigas pánfilas que no hacen lo que tendrían que hacer, y qué poco se aprende de nada, que eso que es tan frágil y que uno tanto protege tiene un talón de Aquiles tan amplio. Te dan ahí y ya no hay nada que hacer. Y qué recogerlo y ponértelo de nuevo ni qué niño muerto, si uno lo protege es con las manos de otro. "Cuídalo como si fuera tuyo", pero qué haces, si a nadie le importa nada, nadie protege nada, a nadie le importan esos mismos nadies. Y ojalá fuera un poco más tonta y menos feminista... ¡Lo bien que bailaría!

miércoles, 17 de agosto de 2016

FURIOSA

En medio del caos,
te leo,
naranja.
Él coge las maletas,
no mira,
se va.
La chica rubia
se ríe,
le espera.
Los kilos de más
aguantan
conmigo.
Aquel cabaret,
donde no
canto yo.
Las noches pinchando
sin ver ahí
tu mirada.
Cada sueño
de esos
en los que no estoy.
Y dos latas
de cerveza
en la nevera.

domingo, 3 de abril de 2016

DROPPING OUT

Las dudas siempre están ahí, al igual que los nervios y las ganas de escapar. A los seis meses de empezar mi aventura en el Norte empecé a sentir ya el cosquilleo tan familiar que me aconseja que me marche y lo deje todo atrás. No le hice caso. En ese momento no era necesario ya que estaba viviendo una de las mejores épocas de mi vida.

Pasé todo el verano trabajando y sacrificando las compañías que más quería, invirtiendo mis esfuerzos en lo que esperaba que fuera la continuación de esa época maravillosa. Y eso es lo que tenía que ocurrir. Por primera vez sentía que resistía mi urgencia de irme con tal de conseguir lo que quería. No sabía que iba a ser como fue todo después, pero no se fue a saco roto. Los dolores de espalda, los días grises de soledad en verano y el agotamiento corporal me demostraron una fuerza que desconocía en mí. Siempre trabajando para mis placeres más inmediatos y nunca haciéndolo con miras al futuro. Parecía que incluso estaba empezando a encontrarle sentido a esas vidas que nunca comprendí, que invierten su vida presente por su vida desconocida, borrosa y futura.

Que el sistema educativo es un fraude, ya lo sabemos todos. Hablamos de ello y escribimos al respecto. No se porta bien con la gente ambiciosa, con la gente pobre, con la gente de fuera ni con la gente sensible. La autoestima que surge de no cumplir los parámetros de la educación pública es débil y ha dejado los sueños muy atrás.

Idealista no soy yo, que quiero vivir haciendo lo que más me gusta. Idealista son ellos, que te enseñan cosas pensando que sales, trabajas y vives feliz para siempre en un mundo lleno de oportunidades.

En varias conversaciones, hablando de nuestras vidas, siempre que comento que he cambiado varias veces de rumbo, el resumen y la categorización de esa actitud es: "Vamos, que no sabes lo que quieres". Me han convencido hasta la extenuación que necesito esa gran revelación de una única cosa que pueda y quiera hacer. Me han agobiado con lo que se me da bien. Me han agobiado con lo que me gusta. Me han agobiado con las normas. Y ahora, al borde de todo, de dejarlo todo atrás y seguir con ese camino que nadie entiende, me doy cuenta de que sí sé lo que quiero. Y quiero muchas cosas y sé cuándo las quiero en el momento en el que lo deseo. Sí lo sé y en base a ello me muevo. ¿Que no sé qué es lo que quiero? Después de haber cogido tantos caminos, y de haber sido tan extremadamente feliz e infeliz, creo que puedo decír que sí lo sé.

Mis ídolos se quedan atrás, porque no puedo seguir comparándome con nadie. No soy especial, ni ninguno de los que estamos aquí. Mi felicidad sí lo es, y así la de todos, y deberíamos confiar en eso que nos hace felices y nos mueve a las emociones más extremas para determinar nuestra vida presente, que es la que importa. No me preocupan ya las temporadas de tristeza, siempre y cuando les pueda otorgar un valor especial, que no puede ser de otra forma que no sea estar propiciadas por seguir mi instinto. Este es un periodo de tristeza, como otros muchos, pero es pobre y aburrido, no hay reproches, no hay escándalo ni hay drama. Así no soy yo. Así no lo quiero.

Necesito el aire en la cara, necesito ver los colores de los atardeceres y poder quedarme quince minutos sacándoles la foto que quiero. Necesito comer y dormir bien. Necesito quererme como nunca antes.


Y necesito escribir.

miércoles, 9 de marzo de 2016

AUTOBÚS AL NORTE


Desperté con el sonido más dulce, que no le es igual a nadie más de este mundo. Aquel sonido que supera las melodías de aquellos viejos compositores que nos hablan con delicadeza de las emociones más puras.
El traqueteo del motor me devolvía al norte frío, al norte gris, pero aquel sonido me devolvió la risa que perdí hace unos días, semanas, meses...
Volví la cabeza y os ví a los tres. Justo detrás de mi asiento estaba Gina, pequeña como la recuerda mi nostalgia y detrás de ella estabas tú con Guille. Él estaba interpretando su papel en la familia, como siempre, alegrando, molestando y bromeando. Vosotras estabáis exultantes y vuestra cara brillaba con el humor de aquel día, pues el sol estaba jugando a camuflarse entre nosotros pero sin dejar de ser un mero espectador.
Reaccioné sin saber por qué me quedé traspuesta y por qué no estaba al corriente de la última broma, así que os saludé, con la naturalidad del que nunca ha perdido nada, e inmediatamente abriste los ojos llenos de amor, convencida de que lo que sentía era una pequeña envidia. Te levantaste al tiempo que me decías alguna de aquellas frases que no me quito de la cabeza, que me recuerdan que alguien me quiere más que las flores a la primavera, y te sentaste a mi lado sin dejar de sonreír.
Si todo era tan familiar, me resultó extraño que tan pronto te sentí a mi lado, te traje hacia mí y te sumergí en un abrazo culpable de parar el tiempo. Sentí tu cara mientras la acariciaba sin dejar de rodearte con fuerza contando cuántos latidos habían en cada segundo de quererte.
El traqueteo continuaba y así también nuestro abrazo.
Pero desperté otra vez dentro de mi despertar comprobando con alivio que tú aún no habías desaparecido y que seguía teniéndote al lado de mi mejilla, aunque los segundos comenzaron a contar más rápido. La luz que antes sentía se cambió por el reflejo de la nieve de afuera, que brillaba molestamente. El sonido que me había despertado había desaparecido y tú ya no reías y ellos ya no jugaban.
Desperté esta vez de verdad, y te hiciste más blanda y abrí los ojos y lo único que había eran mis brazos deformando mi abrigo negro de invierno. Volví la cabeza desconcertada y todos los asientos de atrás estaban vacíos.

El sonido, lejos y la tibieza del sol, burlándose de mí.

Desperté de este sueño asustada de vivir en adelante con los ojos cerrados, por si acaso volvéis a estar tan cerca, sin que me importe perderme todo aquello que no sea tan alto y perfecto como ese lugar de mi memoria en el que vivís todo el tiempo.

El traqueteo sigue.

Os quiere siempre,


Ana.